¿QUÉ ES LA ECOLOGÍA INTEGRAL?

Cuando el Papa, en Madre de Dios-Perú, convocó al Sínodo Panamazónico a muchos no nos pareció sorpresa que se toque la ecología dentro de ese marco. La ecología en la reflexión teológica ya era un tema que se venía desarrollando desde la década de los 60´s, con grandes expositores tales como Jörgen Moltmann y los hermanos brasileros Clodovis y Leonardo Boff en los años 90´s, por citar algunos autores. En definitiva, no era ajeno a la labor teológica. Sin embargo, unir a la ecología el término Integral es una cuña nueva que el Papa Francisco rápidamente hizo famosa en sus diversas intervenciones y que el Sínodo recogió. Pero ¿qué significa?, ¿aporta algo a lo ya desarrollado en la ecoteología?

El documento preparatorio concibe a la Ecología Integral como la necesidad de promover una armonía personal, social y ecológica, que invita a una conversión a todos los niveles mencionados, reconociendo nuestros errores, pecados y vicios que ofenden a la creación de Dios. Es decir, la ecología integral se inserta dentro del tema de la Evangelización-Conversión como una nueva forma de anunciar el mensaje de Cristo encarnado en nuestra realidad. Dice: “El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo (EG 181) y nos recuerda que “en el mundo todo está conectado” (LS 16), y que por lo tanto el “principio de discernimiento” de evangelización está vinculado a un proceso integral de desarrollo humano (cf. EG 181). Dicho proceso está caracterizado… por un paradigma denominado ecología integral, que articula los vínculos fundamentales que hacen posible un verdadero desarrollo”. Por tanto, la ecología integral parte de la dimensión antropológica, pues “los seres humanos somos parte de los ecosistemas que facilitan las relaciones que dan vida a nuestro planeta, el cuidado de los mismo…es fundamental para promover tanto la dignidad de cada individuo, como el bien común de la sociedad, tanto el progreso social como el cuidado ambiental”.

Será en el Instrumento de Trabajo sinodal donde este tema ocupe un capítulo entero (concretamente el II). Ahí se menciona dos frentes peligrosos: la economía manchada por la ambición que no tiene en cuenta ni el desastre que causa a la naturaleza, ni el impacto sobre los pueblos; y el conservacionismo que sólo se centra en el bioma (materia) y no tiene en cuenta a los pueblos amazónicos (cf. nº45).

El sufrimiento lo viven a la par la naturaleza y el hombre, el desarrollismo causa dolor a ambos puntos, todo está conectado; no se puede dañar a la creación sin dañar al hombre mismo, de ahí la necesidad de una ecología integral que, como su mismo nombre lo dice, integre todas los puntos del cuidado del medio ambiente: la creación como medio en donde el hombre se desarrolla y la persona como reflejo de Dios, y todas las dimensiones que implica: inmanente y trascendente. Para el Instrumento de Trabajo la palabra clave en la Ecología Integral es la relacionalidad, dice al respecto: “La ecología integral se basa en el reconocimiento de la relacionalidad como categoría humana fundamental. Ello significa que nos desarrollamos como seres humanos en base a nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás, con la sociedad en general, con la naturaleza/ambiente, y con Dios.” (nº 47). Indica además que, para mejor entendimiento de una ecología que sea integral es necesario tener muy presente los conceptos de justicia y comunicación inter-generacional que comprenda la transmisión de experiencias, cosmologías y hasta teología amazónica ancestral (cf. 50), esto es, mantener viva la sabia herencia de nuestros antepasados, que tienen mucho que enseñar en este Sínodo, pues “son precisamente ellos quienes normalmente mejor cuidan sus territorios” (cf. LS 149).

En definitiva, lo que el Instrumento de Trabajo del Sínodo plantea es más que una consciencia ecológica, más que un accionar ecologista o simplemente querer detener el deterioro ambiental porque nos afecta materialmente; lo que quiere es gritarle al mundo que la Amazonía también es sujeto de dignidad porque es lugar de revelación divina; por tanto atentar contra ella no sólo pone en peligro nuestro bienestar material, también pone en peligro nuestra propia salvación.

El Sínodo Panamazónico quiere advertirle al mundo que la solución no se encuentra solamente en acuerdos internacionales de no contaminación o protección al medio ambiente, en la reducción de emisiones de gases o en decretar áreas de reserva; se encuentra en la conversión del corazón del hombre. Y tiene sentido, pues el hombre siempre encontrará nuevas formas de sacarle la vuelta a la ley, nuevas formas de contaminar el medio ambiente dentro del marco de la legalidad, ideará maneras de acallar su conciencia que le grita: ¡es un pecado¡ cada vez que va contra la naturaleza. Y unido íntimamente a todo lo anterior, el trabajo sinodal hace suya la voz de miles de personas que sufren directamente los males a la amazonía. Pues, aunque todos llegamos a sentir las consecuencias, son los más pobres quienes sufren inmediatamente las sequías, inundaciones, contaminación de los ríos, explotación maderera, expropiación de sus territorios ancestrales; son ellos los que sufren inmediatamente el hambre, abandono, manipulación y muerte. Dice al respecto: “El drama de los habitantes de la Amazonía no sólo se manifiesta en la pérdida de sus tierras por el desplazamiento forzado, sino también en ser víctimas de la seducción del dinero, los sobornos y la corrupción por parte de los agentes del modelo tecno-económico de la “cultura del descarte” (cf. LS 22), especialmente en los jóvenes. La vida está ligada e integrada al territorio, por ello la defensa de la vida es defensa del territorio, no existe separación entre ambos aspectos. Este es el reclamo que se repite en las escuchas “nos están quitando nuestra tierra, ¿a dónde iremos?” Porque quitar este derecho es quedarse sin posibilidades de defenderse frente a los que amenazan su subsistencia.” (nº 53). Este Sínodo quiere, en resumen, mostrarle al mundo una salida al mal de la destrucción ambiental desde la raíz: el corazón del hombre.  

Volviendo a las preguntas iniciales, la Ecología Integral quiere ser el punto de arranque de un nuevo marco de pensamiento y acciones en favor de la Amazonía y del mundo entero. Y aunque en casi todos los autores, que desarrollan la ecoteología, se encuentran presentes las dos dimensiones antropológicas: inmanente y trascendente; el que un Sínodo tan importante quiera asumirlo y, tal vez elevarlo a enseñanza magisterial es un paso inmenso para la nueva significatividad del mensaje cristiano en este mundo actual, con sus problemas actuales. Decir Integral entonces, se vuelve un recordatorio a las presentes y futuras reflexiones y acciones que todo está relacionado y que no se puede contemplar solamente un aspecto del cuidado de “nuestra casa común” sea el que sea, y lo hace a un nivel de autoridad eclesial.

P. Agustín Raygada Flores, OSA