VER EL NACIMIENTO DE JESÚS DESDE SUS RELATOS EN EL NUEVO TESTAMENTO

P. Antonio Lozán Pun Lay, O.S.A.

El Evangelio en sí, como género literario, cumplía una función propagandística, servía para dar a conocer y resaltar las conquistas de los emperadores, el nacimiento de sus herederos, sus triunfos y logros. Esto era “Buena Noticia” para el pueblo.

En el caso de Jesús, tenemos dos relatos que nos acercan al acontecimiento de su nacimiento, el de Mateo capítulos 1 y 2, y el de Lucas de igual manera los primeros dos capítulos.

Aunque se ha tendido a hacer una mezcla de ambos relatos para hacer calzar la historia de Jesús con las situaciones vividas tanto por José como por María, sus padres, tenemos que aclarar que cada relato es separado y cada uno tenía su propia intención y motivo de ser. Cumplen una función determinada y van dirigidos a públicos heterogéneos.

El contexto, en el que se desarrollan los relatos de navidad, nos muestra la idea que Roma heredó de Grecia, de que la historia del mundo comprendía cinco grandes eras o reinos. El quinto reino sería el último y culminante del mundo entero. Roma era el quinto reino, y culminante, de la tierra. Por eso hay que entender que los relatos del nacimiento de Jesús, como todo Evangelio tienen un sentido parabólico.

Una parábola es una narración, un relato. Como en todos los relatos, sucede algo, la gente hace cosas. Nadie se preocupa de si los acontecimientos narrados son objetivos (si han sucedido o si son factibles de haber sucedido) o no. Son relatos subversivos, es decir que subvertían la manera tradicional de ver la vida y a Dios. Socavaban un “mundo”, en el sentido de una manera presupuesta de ver “cómo son las cosas”.

Por ejemplo, si leemos las genealogías de Jesús vemos que en ambas domina la metáfora teológica y la parábola simbólica y no la historia real y la información objetiva.

El origen que Mateo le atribuye a Jesús es algo que tenía en común con los demás judíos, el primero en la genealogía es Abraham. Esto no era suficiente para convertir a Jesús en Mesías.

Si en los relatos de la navidad Jesús  es considerado HIJO DE DIOS hay que tener en cuenta que para los romanos César Augusto también era considerado HIJO DE DIOS. Por lo tanto las genealogías de Jesús son contragenealogías de la de César Augusto.

Tengamos en cuenta que lo importante de la genealogía antigua no era la historia y la poesía, sino la profecía y el destino; no la exactitud, sino la propaganda. Veamos pues lo que se profetiza de César Augusto: “De esta noble estirpe nacerá el troyano César (Augusto), nombre tomado del gran Julo… que hará lindar su imperio con el océano y su fama con los astros. Tú, segura, le recibirás algún día en el Olimpo, cargado con los despojos del Oriente y los hombres le invocarán con votos”. Tras esa apoteosis del divino Augusto “suspensas las guerras, se amansarán los ásperos siglos” en forma de paz en la tierra.

César Augusto vendría a ser Divino, Hijo de Dios, Dios, Dios de Dios, Señor, Redentor, Liberador y Salvador del mundo. Es decir una divinidad encarnada.

La tradición grecorromana sabía de dioses y diosas inmortales que controlaban el mundo. Resulta vital entender su programa de paz mediante la victoria porque se da por supuesto en el contraprograma de los relatos de la Navidad y en los evangelios para los que dichos relatos son oberturas parabólicas.

En el caso de Lucas veremos expresiones magníficas de la esperanza y su cumplimiento en los primeros cristianos en boca de María (El Magnificat). Se va a dar una inversión social provocada por la venida de Jesús, es decir la transformación de este  mundo. No se habla de una vida más allá de la muerte.

Los relatos no tendrían por qué hacer hincapié en las características mencionadas a Jesús a menos que dentro del contexto general, hubiera otro Hijo de Dios no tan afín (César Augusto).

En la tradición grecorromana, los niños sobrenaturalmente predestinados se conciben en virtud de la unión de un humano o humana con una diosa o dios. La concepción de Octaviano sobrino nieto e hijo adoptivo de Julio César marcaba su origen en la diosa Venus, hija de Júpiter y su consorte humano Anquises, la cual sigue el modelo de concepciones anteriores y similares, como la de Alejandro Magno y la del general romano Escipión el africano vencedor de los cartagineses.

Lucas busca resaltar la concepción divina y virginal de Jesús precisamente para exaltarla por encima de la concepción de César Augusto. Pero aquí no olvidemos que lo que debe quedar claro es que lo que interesa es la concepción divina, es la teología del niño y no la biología de la madre la que está en juego.

Con las fechas y menciones de personajes y lugares, Lucas pretende decirnos que Jesús y el cristianismo primitivo son acontecimientos históricamente localizados, fechados con relación al Imperio y de trascendencia cósmica.

En la época de Jesús “Señor” es el título del emperador y Augusto era considerado no sólo el salvador de Roma sino del mundo. En Mateo y Lucas, Jesús es el cumplimiento de la promesa de Dios a Israel y del anhelo más profundo de Israel: el de un gran rey como el gran rey David.

Entendemos luego la subversión provocada por los Evangelios en relación a la figura divinizada del Emperador, la jugada de los cristianos es la de que su público reconozca que Jesús es el verdadero Hijo de Dios, por eso los enfrentamientos y persecuciones que vendrán a la par de este reconocimiento. Un reconocimiento que en muchas ocasiones pagaron con su propia sangre.

Para nosotros llamar a Jesús el Mesías, el Hijo de Dios, Señor y Salvador como hacen los relatos de navidad debería ser una confesión de compromiso, fidelidad y lealtad, una invitación a subvertir nuestra realidad en medio de tantos nuevos dioses y emperadores que nos rodean y exigen nuestra atención.