LA IGLESIA (SOCIEDAD) QUE QUEREMOS.

Por: P. Miguel Fuertes, OSA.

Los cristianos, como Iglesia, estamos llamados a construir el Reino de Dios en medio de la sociedad, por eso es importante tener en cuenta qué sociedad deseamos para definir el Reino de Dios a construir desde la comunidad cristiana, desde la Iglesia. Por supuesto, todo ello partiendo del evangelio de Jesús, pues el Reino de Dios es lo que vino a traer nuestro salvador. Pero insisto, si la iglesia está llamada a ser testigo en medio del mundo, según la iglesia que vayamos haciendo, así será la sociedad en la que vivimos.

Es por ello que voy a proponer algunas características de cómo debe ser nuestra Iglesia y que me parecen importantes a tener en cuenta para vivir el Reino de Dios presente en medio de nosotros.

  1. UNA IGLESIA SINODAL, en la que juntos, sin excluir absolutamente a nadie, y desde la escucha al Espíritu de Dios, descubrimos lo que Dios nos dice, discernimos lo que Dios quiere para sus hijos y para el mundo, y nos comprometemos a realizarlo. Esta es nuestra identidad.
  2. UNA IGLESIA INCULTURADA, AMAZÓNICA, pues no se puede soñar con una Iglesia concreta, sin soñar con una Amazonía concreta, en la cual será anunciado el evangelio. Solamente desde el respeto a la Amazonía, a su gente, a sus culturas, a su sabiduría ancestral y a sus espiritualidades, podrá construirse el Reino de Dios, el cual debe ser anunciado con categorías propias de cada cultura, llegando a un enriquecimiento mutuo, de la cultura que acoge el evangelio y de la Iglesia que acoge a la cultura. Una Iglesia Amazónica, que camina con los pueblos de la Amazonía.
  3. UNA IGLESIA EN SALIDA, que continuamente “rema mar adentro” (Lc 4,4), a donde Jesús le indica, que no se aferra a “sus seguridades”, a lo que “siempre se ha hecho”. Una Iglesia que se arriesga a equivocarse para avanzar. Hay demasiados hermanos y hermanos que viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo…, una multitud hambrienta y Jesús nos repite “denles Uds. de comer” (Mc 6,37). No podemos quedarnos tranquilos en nuestros templos y nuestras liturgias. Estamos llamados a salir y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio: Las periferias de la ciudad… los pueblos más alejados de los ríos… los grupos sociales marginados…
  4. UNA IGLESIA QUE SEA COMUNIDAD DE COMUNIDADES. La parroquia es el ámbito donde deben tener cabida todos los grupos, zonas y comunidades. Debemos descentralizar para llegar a todos y, al mismo tiempo, optar por la formación de líderes laicos (animadores, coordinadores, catequistas, responsables de enfermos……), quienes llevarán adelante los grupos, las zonas y las comunidades, incluida la familia, como “iglesia doméstica”.
  5. UNA IGLESIA QUE LLEVA AL ENCUENTRO CON CRISTO. Comenzamos a ser cristianos cuando acontece un verdadero encuentro con una Persona (Jesús), que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. La misión de la iglesia es llevar a las personas al encuentro con Jesús. Pero un encuentro con el Jesús encarnado en la realidad: promoviendo el conocimiento de la Palabra y de la realidad, y promoviendo la lectura de lo que ocurre a la luz de la Palabra.
  6. UNA IGLESIA LAICAL Y MINISTERIAL. El Bautismo y la Confirmación nos hacen a todos sacerdotes, profetas y reyes, al estilo de Jesús. Todos tenemos derecho a ser reconocidos desde los dones y carismas que el Espíritu nos ha regalado, no son propiedad exclusiva de los sacerdotes. Seremos una verdadera Iglesia cuando los laicos no sean “colaboradores del sacerdote”, sino corresponsables de la Iglesia, y, por tanto, parte en la toma de decisiones. El papa Francisco nos ha abierto la puerta con la institución del Ministerio del Catequista, que no es un sustituto del sacerdote, sino un verdadero ministro (servidor) al servicio de la comunidad.
  7. UNA IGLESIA PROFÉTICA, que escucha los clamores de los pueblos amazónicos en su lucha por la dignidad de la persona y el bien común, que denuncia toda clase de violencia y que promueve la cultura de la vida digna para todos, desde los valores de la doctrina social de la Iglesia, promoviendo políticas públicas que los garanticen, para que toda persona, sin importar edad, raza o condición, tenga acceso a la salud pública, la educación integral y al sistema jurídico.
  8. UNA IGLESIA ACOGEDORA Y TRANSPARENTE fomentando el reconocimiento y la valoración de las diversidades sexuales, étnicas y culturales, saliendo al encuentro desde la misericordia, acercándonos con gestos, actitudes e iniciativas de escucha y de diálogo, dando cuentas económicas a todos los niveles, con la participación de los laicos en la toma de decisiones sobre cómo generar ingresos y cómo se gasta lo que tenemos, creando centros de escucha para toda aquella persona que se sienta violentada.
  9. UNA IGLESIA SAMARITANA (SOLIDARIA), que como el Buen Samaritano (Lc 10,30-35) tiene los ojos y oídos abiertos para ver y escuchar a las víctimas, confía en los necesitados y vive la compasión real: comparte el tiempo y sus bienes, renuncia a su seguridad y se mancha las manos curando a quienes lo necesitan, invitando a los demás a ser solidarios. No hay evangelización si no está unido el anuncio del evangelio y el amor fraterno, una evangelización-solidaridad que promueve la justicia social y la dignificación de la persona desde los cambios estructurales necesarios para ello.

Si somos capaces de vivir esta Iglesia, estaremos cambiando a la sociedad. Pero no está completo ni mucho menos, por eso, invoco a cada uno de los que lean estas letras a añadir otras características que creen necesarias para construir la Iglesia de Jesús y la sociedad en la que vivimos…