ESPACIO SAGRADO.

En el camino de la vida muchas personas se encuentran con nosotros. Unos nos dejan una huella que queda marcada en nuestros corazones. Otros, como las hojas del otoño, se van como han venido. Y es que la vida es un espacio sagrado para el encuentro con el otro. En ese espacio tan bello se descubre a Dios moldeando nuestras vidas. Me gustaría compartir con usted, querido lector, cómo el Altísimo participa.

La Sagrada Escritura está llena de experiencias de encuentros con el otro. En ellas se vislumbra la sombra de Dios. Veamos a tres personajes bíblicos muy conocidos por nosotros y que expresan muy bien ese “espacio sagrado”. Empezamos por Abraham, el padre de la fe. Las escrituras nos lo presentan como una persona fiel y confiada a la voz del Señor. Ello lo lleva a dejar su vida y partir a cumplir la voluntad del Creador. En este proceso se encuentra con tres hombres que marcarán su destino. La acogida y hospedaje hace que los hombres se manifiesten como mensajeros que traen una gran noticia: El nacimiento de su unigénito. Este suceso marcara la dinastía de la promesa de Yahveh. Pasamos las páginas   y llegamos al profeta Elías en su encuentro con la viuda de Sarepta. Dios le pide a Elías que vaya a ese territorio y encontrará una viuda que le dará de comer.  Ella tiene poco alimento. Pero antepone la hospitalidad a su propia necesidad y da de comer al profeta con lo poco que tiene. Si esto no fuera poco su hijo cae enfermo, pero confía en las palabras de Elías. Descubre en el profeta la obra de Dios. Ella y su hijo tienen comida y la enfermedad es sanada. Hacemos un salto grande y llegamos a la culminación de la revelación. En el Nuevo Testamento, Jesús se convierte en la zarza ardiendo.  La parábola del buen samaritano expresa toda la riqueza de la voluntad de Dios hacia sus hijos. La compasión, la hospitalidad, la acogida al forastero y la gratuidad, acciones que Jesús en su vida las lleva a la práctica y las pone como norma para sus seguidores.

La Sagrada Escritura nos enseña que el encuentro con el prójimo parte de las obras que agradan a Dios: La acogida que tiene Abraham con los forasteros, la compasión que tiene Eliseo con la viuda y la persona de Jesús en toda su dimensión en el trato con el prójimo. Al realizar estas acciones las vemos culminadas en el Hijo de Dios. Mateo 25, 31-46 lo expresa muy bien: Lo que hagas al prójimo se lo haces a Dios. De ahí el espacio sagrado.

Debemos cuidar a nuestro hermano. Cada acción y obra que realicemos por el bien de él nos asemejara a nuestro Creador. Somos responsables de nuestro prójimo, no podemos permanecer indiferentes a su dolor, le estaríamos dando la espalda a Dios. Grande es nuestra vocación, buscar el bien supremo. Realizar el bien desde la humildad de dejarnos moldear por el amor del Altísimo.

Fray Luis Fernández García, OSA.