COMUNIDADES CAMPESINAS – PLANTAS MEDICINALES EN EL RÍO URITUYACU: testimonio de Melita

Recordamos al inicio de la nota que el río Urituyacu ha sido el territorio ancestral del pueblo omurano. En la actualidad quedan unos pocos omurano que conviven con el pueblo urarina. También está presente en el Urituyacu el pueblo kukama.
Nos llama por teléfono la señora Melita Tangoa Capcha, apu de la comunidad de Cafetal, río Urituyacu: “quiero que me escuchen y saquen en internet”. Conocemos a Melita hace más de dos décadas. Ha sido Movilizadora y Promotora de Salud. Se capacitó durante años en los talleres periódicos que se llevaban a cabo en la Parroquia Santa Rita de Castilla, en el río Marañón. Además de la medicina occidental, que se les enseñaba a los Promotores de Salud, también aprendió a curar con acupuntura y reflexoterapia. Por supuesto, su conocimiento de las plantas medicinales es muy certero y amplio, fruto de la herencia de sus padres y abuelos.
Nos llama para que le transcribamos en internet su receta para el covid-19. Nos indica el tratamiento que le hizo a una bebita de 6 meses: “Yo le piqué ajosacha, mucura, lengua de perro. Le he hecho hervir con orín caliente y toronja, con eso le frescaba, sin saber que era el covid, con eso le pasaba”.
En otro momento de la conversación telefónica nos dice: “tenía que juntar ajosacha, mucura hembra y macho, lengua de perro, cordoncillo, exprimir toronja y jengibre. Le he hecho picar. También le he picado al cordoncillo su hoja, todo junto en la olla parada. El agua del limón de 20 limones y tres litros de agua. También he picado la hoja de lengua de perro, mucura, 1/4 azúcar, 2 cucharadas de sal, aceite de comer, una cucharada de aceite de manteca de lagarto”.
Otro tratamiento alternativo era con hojas: “una porción de hojas de toronja. Dos toronjas verdes, le hacía en 4 para hervirle en una olla. Le tapaba con una colcha y respirar ese vaho, ese humo, cuando la nariz estaba cerrado y no podían respirar. Son remedios bien buenos. Luego les hacía la reflexoterapia y la acupuntura. Tenemos puntos para los bronquios, para el pulmón, la garganta, para circular la sangre”…
Hasta acá los tratamientos que la Sra. Melita quiere que subamos a internet. Pero en su conversación aparecieron otros temas que nos parecen de interés. En la comunidad de Cafetal se han enfermado casi todos. Cuando pasó la brigada ya se estaban recuperando. Salieron positivo al realizarles la prueba rápida. Previamente a la llegada de la brigada se habían tratado con los remedios.
Las plantas medicinales están cumpliendo un rol fundamental. Se acude a ellas por dos situaciones: en primer lugar porque proporcionan confianza. Cuando una persona se siente vulnerable, la enfermedad y la muerte son situaciones de gran debilidad humana, necesitamos acogernos a lo que nos proporciona seguridad. Lo que hemos aprendido en nuestra casa, los conocimientos que compartimos con los que vivimos, se convierten en nuestro asidero. En segundo lugar, porque el Estado no responde adecuadamente. Recordemos que a Cafetal llegó la brigada cuando ya estaban terminando de pasar la pandemia. Es decir: tarde.
Han estado enfermos unos 20 días. La situación era triste porque “no había quien cocinara. Hemos comido tacacho y callampa. Esto nos ha hecho recuperar bastante”. No tener quien cocine es muy lamentable. El fuego transforma los productos en comida. Cocinar es una actividad exclusivamente humana.
Y si los alimentos nutren los cuerpos y fortalecen las almas, las plantas medicinales vigorizan las almas y sanan los cuerpos. Las plantas medicinales, y los conocimientos tradicionales asociados a ellas, son fundamentales. No no sólo en el río, también lo fueron en la ciudad de Iquitos. Entonces se necesita un reconocimiento público y oficial. Esto posibilitaría dos cosas: en primer lugar, narrar la pandemia desde otras categorías, no únicamente desde las occidentales. Tengamos en cuenta que las plantas medicinales no sólo poseen los principios activos que pueden ver los químicos, por ejemplo. Son un factor de confianza. En el pensamiento indígena las madres de las plantas son las que curan. Esto es una fuerza poderosa. El reconocimiento público de este valor nos haría a todos más humildes, nos permitiría ver la pandemia más allá de los ojos occidentales y fortaleceríamos los sistemas de identificación con la naturaleza. Tengamos en cuenta que algunos expertos afirman que si continuamos con este ritmo voraz de destrucción y contaminación el siguiente virus que salte del reino animal al humano puede provenir de la Amazonía.
Melita nos contó que también se había enfermado un bebé de un mes de nacido y otra de 6 meses. Esto es terrible. Nacer en el Urituyacu, como en tantos otros ríos amazónicos, implica enfrentarse a las enfermedades con las únicas herramientas y conocimientos que poseen sus padres y familiares más cercanos, no está presente el Estado. Un país que no cuida a sus niños tiene serias deficiencias, como en este caso.
Nota: con muy buen criterio, alguien tomó la decisión que la Técnica Enfermera regresara a Nueva Alianza, en la boca del Urituyacu. Aplaudimos esta decisión. Consideramos que tienen que seguir brindando el servicio con más técnicos sanitarios, concentradores de oxígeno, medicinas, equipos de protección personal… Y que se fortalezca el trabajo de las brigadas en este tiempo. En juego están muchas personas. Todos nos duelen, pero especialmente la población urarina y omurano, que están más desprotegidos.
A estas alturas apenas hay cobertura telefónica en Nueva Alianza. En el resto del Urituyacu no hay cobertura. Tan solo queda un teléfono público en Reforma, una comunidad situada a mitad del Urituyacu. Ya no quedan radiofonías. Esta incomunicación es un gran desafío. Se precisa mayor inversión del Estado en este rubro. Los teléfonos ahora podrían ser vitales para la telemedicina.
Nuestro reconocido agradecimiento a la señora Melita Tangoa Capcha, que aparece en la foto.

P. MANOLO BERJÓN