COMPLETAR EL DUELO

El acercamiento a la muerte, desde la primera vez que visité la casa de una anciana de más de 90 años, y con la piel pegadita a los huesos, para ponerle los óleos de este sacramento me ha permitido conectar con una realidad con la cual normalmente tenemos miedo de toparnos. Y hoy en este tiempo de pandemia conversar y experimentar el dolor de personas que han sufrido la enfermedad y otras que han perdido a sus seres queridos me dan pie a revisar la importancia del duelo en la vida de las personas.
Carmen Bernabé Ubieta en su artículo “Duelo y género en los relatos de la visita a la tumba” menciona que el final de la vida de una persona cuestiona a todo el grupo que le conoció, le afecta, en diferentes proporciones porque la muerte es entre los humanos un hecho social y cultural.
Y es que cuando muere una persona, muere también su “persona social”; toda una serie de relaciones queda cortada y afectada, y necesita ser reparada y reordenada para los vivos.
La situación vivida por muchos, que no han podido velar y enterrar a sus muertos como es debido porque por la pandemia han sido cremados o sepultados de modo rápido en los cementerios o en una fosa común, han hecho que no se pueda cumplir con estos ritos que significan mucho para los integrantes de la familia y para la sociedad.
El duelo por la pérdida de un ser querido produce la emergencia de emociones de tristeza, rabia, angustia, impotencia, culpa y llanto, entre otras. Hay definiciones culturales en relación a las emociones particulares del duelo, ya que en algunas sociedades se espera que éstas sean expresadas; mientras que en otras se tiene la expectativa de que no se expresen abiertamente, por lo cual, la somatización de los sentimientos es vista como algo natural. Cada cultura moldea métodos de afrontamiento y de atribución de significados a las diversas situaciones de la vida y de la muerte.
Cada credo religioso propone funerales, prácticas y rituales de duelo, formas de recordación de la persona fallecida, así como modos de apoyo social, religioso y espiritual para que los deudos puedan expresar su dolor, mitigar su pena y reunirse en comunidad para no sufrir tanto la soledad y la tristeza por la pérdida. Cada religión inmersa dentro de una cultura propone gran diversidad de modos de afrontamiento de la muerte y de las pérdidas de seres queridos (Pargament, 1997).
Muchas veces, quienes han sufrido pérdidas y están en situaciones sociales de migración de una cultura a otra se encuentran sin espacio social para expresar su dolor y, al hacerlo –según el modo de la cultura de la cual provienen-pueden sentir que no encajan con el grupo social del país o la región a la cual se han trasladado. Esto suele provocar sentimientos de inadecuación frente a los demás quienes, al no ser del mismo contexto sociocultural, se confunden e inhiben de brindar apoyo social a los deudos porque no comprenden las costumbres ni las prácticas religiosas o espirituales diferentes.
En el primer siglo de nuestra era las lamentaciones eran manifestación del duelo, implicaban el recuerdo de la vida del difunto y sus acciones eran interpretadas desde el final de su vida. Desde ahí adquiría un significado más profundo y auténtico. En el caso de los mártires constituía un acto de reivindicación de la víctima, por eso se puede entender que a los seguidores de Jesús esto les sirviera de impulso para permanecer fieles al mensaje y su proyecto dándole identidad a su grupo.
De ahí que sea tan importante para las personas que no han podido “despedirse” el completar el duelo. La participación de los deudos en rituales funerarios y de duelo colectivos y privados, religiosos y/o laicos facilita la aceptación de la muerte y pérdida del ser querido. Frente a esta pérdida los rituales funerarios suelen crear una sensación de unión, de consenso y de acuerdo entre quienes participan y comparten las creencias sociales y religiosas a las que adhieren los deudos. Los rituales mortuorios permiten la regulación de la afectividad negativa al reducir la ansiedad de manera directa e indirecta.
Tenemos que ayudar a aquellas personas que no han completado su duelo a poder realizarlo, no es una cuestión que dependa sólo del grupo religioso, las creencias que están dentro de nuestra sociedad ponen los parámetros y muchísima gente está esperando poder conseguirlo.

Referencias:
Bernabé, Carmen y Gil, Carlos (eds.), Reimaginando los orígenes del cristianismo, Editorial Verbo Divino, Estella (Navarra) 2008.
Yoffé, Laura, Rituales funerarios y de duelo colectivos y privados, religiosos o laicos, en Avances en Psicología 22 (2), 145-163, UNIFÉ, Agosto-Diciembre, 2014.

P. ANTONIO LOZÁN PUN LAY, O.S.A.