“SALIÓ EL SEMBRADOR A SEMBRAR”

«Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga» (Mt 13, 1-9).
La gente acudía a escuchar a Jesús. Al día de hoy tenemos muchas más distracciones: internet, televisiones, teléfonos…, escuchar se ha vuelto una actividad dificil. En ocasiones atendemos varias cosas a la vez y no prestamos atención a lo que estamos haciendo o a la persona que tenemos delante. Una primera observación, entonces, sería escuchar: ESCUCHAR.
Pero escuchar no es suficiente. Hay quienes escuchando la Palabra de Dios después no permiten que de fruto: el sol abrasa la semilla por falta de raíz o las malas hierbas que ahogan la semilla. Escuchar la Palabra de Dios exige la apertura a esa Palabra de Dios y dar frutos de vida cristiana. Esto vendría a ser el segundo movimiento.
El tercer movimiento es dar fruto según nuestra posibilidad. Cada uno según sus posibilidades: unos ciento, otros sesenta, otros treinta. Lo importante no es la cantidad, sino cada uno según su posibilidad.
Tres movimientos: escuchar, dar fruto, y dar fruto según nuestra posibilidad.

FR. MIGUEL ANGEL CADENAS, O.S.A.